Es común hacer referencia a la desigualdad solamente en
aspectos económicos, algo que de suyo es importante, pero también está inmersa
dentro de la cultura organizacional, generando por ello barreras
interpersonales en el trato diario dentro de misma empresa.
Recuerdo que hace tiempo conversando con el directivo de una
importante organización, a propósito de cómo estaban manejando la filosofía de
la calidad desde la perspectiva humana, me comentó que en sus relaciones
profesionales internas entre todo el personal sin considerar su jerarquía en el
organigrama, se le hablaba a todo el mundo por su nombre o su apellido.
Todo ello fue establecido prácticamente como una política de
trabajo, consideraba inclusive que en la correspondencia interna nunca se
utilizaran los títulos académicos, oficialmente se usaba el primer apellido y
nombre de las personas, nada más.
Esto mencionado que pudiera parecer algo trivial para algunos,
lo considero una clara muestra de terminar o reducir al menos las desigualdades
entre todo el personal, por otro lado el dirigirse a la persona por su nombre
de manera directa, se le está dando el reconocimiento como tal y su valor por
sus conocimientos profesionales, dejando al margen sus estudios académicos.
No tengo nada en contra de los conocimientos o títulos
académicos obtenidos, inclusive busco el promover el seguir estudiando y
preparándose a mis alumnos, pero es importante reconocer que detrás de dichos
reconocimientos se encuentra una persona que debe ser reconocida como tal.
Además, al menos en la cultura latinoamericana creo, se
marca y se realza el título académico cuando se habla de alguien, más aún
cuando son funcionarios públicos de elevada jerarquía. Esto que tal vez en sus
inicios se señalaba para darle un reconocimiento público a quien era poseedor
de un grado académico, se ha desvirtuado utilizándose para marcar las
diferencias y con ello las desigualdades entre los empleados de alguna empresa.
Lo anterior por lo que he visto, no sucede dentro de la
cultura estadounidense, algo que me tocó vivir personalmente mientras trabajé
en una empresa de ese origen. Se les llama a las personas por su nombre sin más,
y no se le agregan sus méritos académicos.
Vale recordar que la Responsabilidad Social está basada en
valores éticos, los cuales señalan el considerar a la persona como tal,
valorarla inicialmente por su condición humana y dejando en un segundo lugar
sus títulos. Claro que hay que reconocer a la persona por sus capacidades,
conocimientos y experiencias, pero eso viene después y eso es una forma de
distinguirlo.
Esto ya puede observarse en algunas organizaciones que
inclusive están desapareciendo los organigramas tradicionales y con ello las
jerarquías, buscando el trabajo en equipo en donde solamente hay un coordinador
o facilitador. Todo implica considero, una reevaluación de la persona, donde no
hay superiores ni subordinados, solamente responsables de alguna determinada
función.
Estas formas de mencionar alguien inicialmente por sus
grados y jerarquías que ya posiblemente son anacrónicas, seguramente provienen
de los tiempos cuando se hablaba de la llamada “alta nobleza”, al mencionar a
un rey se decían todos rangos y títulos para diferenciarlo del resto de los
mortales e intrínsecamente diciendo que era superior y por lo tanto no es igual
que todos los demás.
Espero que llegue un momento en que todos nos consideremos
iguales por la sencilla razón que todos somos seres humanos, y sea el punto de
partida de todas las relaciones interpersonales dentro de las organizaciones.
Seguiremos platicando ….
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