La empresa empieza a ser vista como una entidad social, dejando en el pasado el paradigma de definirla como una entidad puramente económica y con fines utilitarios, concepto que ha imperado en los últimos tiempos, y que ha servido como punto de referencia en su forma de administrarla.
Esta interpretación egoísta que se fortaleció con la radical interpretación del ahora ya célebre artículo que escribió Milton Friedman en 1970 en el New York Times Magazine, reclamando que la única responsabilidad social de las empresas era obtener los mayores beneficios posibles.
Y aunque según ahora se dice, la forma como se manejo tal idea no fue correcta, lo cierto es que ha sido el lema de lo que es una empresa, una entidad autista y con propósitos solamente de rentabilidad económica.
Ahora comienza a ser definida con un concepto nuevo; el cual dice que la empresa es una entidad social, y las utilidades son el medio para lograr objetivos que otorguen algún beneficio a toda la sociedad o parte de ella, y además, que para su operación depende de sus grupos de interés (stakeholders): su personal, proveedores y sus clientes.
Esta definición de empresa para la responsabilidad social, como lo mencionan algunos autores expertos en el tema, está expresando de manera enfática algo que no se había manejado de esta manera, y es que la empresa no funciona sola de manera independiente, sino que opera y existe gracias a sus grupos de interés. En otras palabras es con ellos con quien tiene que cumplir su inicialmente responsabilidad social, y después con la sociedad en general.
Licencia Social
Gran parte de la nueva concepción de empresa, considera la parte económica como un medio para lograr sus objetivos que están dirigidos a cumplir un papel social, ya sea produciendo o distribuyendo un servicio o un producto que requiere la sociedad en general o una parte de ella.
Es en esta parte donde se considera otro aspecto que requiere mayor relevancia; la empresa requiere de la aprobación y apoyo de sus grupos de interés; y para contar con dicho apoyo se habla ahora de un concepto que es el de “licencia social”; este término significa que aún cumpliendo todos los requisitos legales para establecer una empresa, esta necesita al menos para sobrevivir, la aprobación de la sociedad, es decir, de una licencia social para operar.
Esta licencia social va desde el hecho de obtener proveedores, personas que quieran trabajar en ella, y finalmente pero igual de importante, que la sociedad quiera adquirir sus productos o servicios ofrecidos, estos factores al menos, son los que influyen y otorgan dicha licencia, que algunos denominan licencia moral.
Al respecto, Felipe Cajiga Director de RSE del Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi), señala: “Para la que aún no existe un precio o formato de solicitud, es para la licencia moral. “Es la más difícil de obtener y, paradójicamente, es la más fácil de perder. Y esta licencia moral sólo la otorga la responsabilidad social”, sentencia. El motivo: porque se trata de actuar a favor de la comunidad por encima de intereses económicos y políticos”.
Y agrega que no basta con ser una unidad sustentable, sino que el éxito económico, legal y moral radica en la capacidad de desarrollar iniciativas que vayan más allá de las obligaciones a favor del bien común.
La población en la actualidad, o si quiere llamarse “los mercados”, se ha vuelto más consciente de los productos (servicios) elaborados por cualquier empresa, el cómo los produce, la relación con sus proveedores, su comportamiento ecológico, y la forma como administra su capital humano; y esto ya decide en mucho si adquiere los bienes o servicios que ofrece cualquier organización.
Por lo anterior, esta licencia social, que siempre ha existido pero poca atención se le ha puesto en el pasado, ha venido adquiriendo mayor relevancia precisamente porque la sociedad cada vez más le pide a las empresas que cumplan su responsabilidad social; y el empresario del presente y mucho más el del futuro, no podrán ignorarla o soslayarla.
Seguiremos platicando ….
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21 de noviembre de 2012
8 de noviembre de 2012
La empresa del siglo XXI con elevados estándares éticos
La ética, un concepto que poco se había usado en la economía en general y particularmente en el mundo de los negocios, ha venido creciendo en su interés e importancia en tiempos recientes, y esto ha sucedido principalmente desde el caso Enron a principios del milenio, y más aún en la crisis que se generó desde el 2007.
Específicamente Bernardo Kliksberg señala: Su interés en la economía viene alimentado por el peso que el vacío de valores éticos ha tenido en la generación de la crisis económica de Wall Street en 2007-2008, propagada a todo el orbe en un mundo globalizado”.
Esto ha provocado el que ya se mencione y se pida una ética empresarial a todos los agentes económicos, entendiendo esto como la define la especialista Adela Cortina, como el tomar decisiones prudentes y justas, creando un clima ético; y este clima se genera cuando los distintos niveles de la empresa saben que las decisiones suelen tomarse atendiendo a unos valores y existe la convicción generalizada de que eso es así.
Lo anterior se complementa con lo dicho por el premio Nobel de economía Amartya Sen, que la tarea de la empresa no es solamente generar riqueza material interna y externa, sino también ayudar a crear una sociedad decente. Todo esto habla de una empresa muy diferente a lo que tradicionalmente se ha venido entendiendo.
De manera concreta, una empresa con valores, sea cual sea su sector de actividad, puede y debe tratar, no sólo de ganar dinero, sino también tener en cuenta el medio ambiente y su responsabilidad social; en esto se basa la triple cuenta de resultados, en tener en positivo las cuentas económica, medioambiental y social.
Y todos estos conceptos hacen recordar al profesor Adam Smith, el fundador de la economía moderna cuando en 1759 decía desde entonces que una economía sin ética puede ser un peligro; resaltaba que los mercados debían estar presididos por ciertos valores, porque, si no, había graves riesgos. Destacaba en forma muy concreta los siguientes valores: “prudencia, humanidad, justicia, generosidad y espíritu público”.
Al respecto vale redefinir de manera clara el término de “mano invisible” acuñado por el mencionado profesor Adam Smith, quien decía que no es un principio sino una consecuencia de la acción propia del ser humano; es decir, palabras más palabras menos; que es preciso introducir dispositivos institucionales en favor del diseño de un mercado, que utilice los recursos y la fuerza de trabajo en forma apropiada; y en la medida que esto mejor se realice, “se propiciará la acción de una mano invisible”, que coadyuve de forma efectiva a “civilizar la civilización humana”.
Así, por lo antes expresado por Bernardo Kliksberg, es posible que se pueda llegar a convertir en profecía lo mencionado por la Revista The Economist, cuando señala que crece la demanda de que las empresas se fijen estándares éticos elevados y los cumplan cabalmente, precisando que: “la responsabilidad social corporativa ha ganado la batalla de las ideas y será “el único modo de hacer negocios en el siglo XXI”.
Seguiremos platicando ....
Específicamente Bernardo Kliksberg señala: Su interés en la economía viene alimentado por el peso que el vacío de valores éticos ha tenido en la generación de la crisis económica de Wall Street en 2007-2008, propagada a todo el orbe en un mundo globalizado”.
Esto ha provocado el que ya se mencione y se pida una ética empresarial a todos los agentes económicos, entendiendo esto como la define la especialista Adela Cortina, como el tomar decisiones prudentes y justas, creando un clima ético; y este clima se genera cuando los distintos niveles de la empresa saben que las decisiones suelen tomarse atendiendo a unos valores y existe la convicción generalizada de que eso es así.
Lo anterior se complementa con lo dicho por el premio Nobel de economía Amartya Sen, que la tarea de la empresa no es solamente generar riqueza material interna y externa, sino también ayudar a crear una sociedad decente. Todo esto habla de una empresa muy diferente a lo que tradicionalmente se ha venido entendiendo.
De manera concreta, una empresa con valores, sea cual sea su sector de actividad, puede y debe tratar, no sólo de ganar dinero, sino también tener en cuenta el medio ambiente y su responsabilidad social; en esto se basa la triple cuenta de resultados, en tener en positivo las cuentas económica, medioambiental y social.
Y todos estos conceptos hacen recordar al profesor Adam Smith, el fundador de la economía moderna cuando en 1759 decía desde entonces que una economía sin ética puede ser un peligro; resaltaba que los mercados debían estar presididos por ciertos valores, porque, si no, había graves riesgos. Destacaba en forma muy concreta los siguientes valores: “prudencia, humanidad, justicia, generosidad y espíritu público”.
Al respecto vale redefinir de manera clara el término de “mano invisible” acuñado por el mencionado profesor Adam Smith, quien decía que no es un principio sino una consecuencia de la acción propia del ser humano; es decir, palabras más palabras menos; que es preciso introducir dispositivos institucionales en favor del diseño de un mercado, que utilice los recursos y la fuerza de trabajo en forma apropiada; y en la medida que esto mejor se realice, “se propiciará la acción de una mano invisible”, que coadyuve de forma efectiva a “civilizar la civilización humana”.
Así, por lo antes expresado por Bernardo Kliksberg, es posible que se pueda llegar a convertir en profecía lo mencionado por la Revista The Economist, cuando señala que crece la demanda de que las empresas se fijen estándares éticos elevados y los cumplan cabalmente, precisando que: “la responsabilidad social corporativa ha ganado la batalla de las ideas y será “el único modo de hacer negocios en el siglo XXI”.
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