Si bien es cierto que la empresa tiene la finalidad de generar un rendimiento económico para sus inversionistas, su responsabilidad va más allá de de buscar meramente objetivos financieros para un grupo determinado, y evolucionar para convertirse en una organización rentable desde el punto de vista económico para toda la sociedad.
Esto significa que la empresa tiene la responsabilidad social de ser competitiva, puesto que además de ser una entidad de la misma sociedad, obtiene de ella los insumos y recursos para generar su riqueza, y por lo tanto implica el que haga buen uso de dichos recursos al menor costo posible.
En otras palabras, la Competitividad Responsable significa integrar metas y resultados sociales y ambientales en el corazón mismo de la competitividad. Se trata de un enfoque diferente a la práctica que predomina actualmente, en la que se busca un ‘equilibrio’ entre las necesidades de la competitividad y otros intereses societarios, como si fueran metas distintas, que requieren distintos instrumentos.
Por el contrario, una estrategia de Competitividad Responsable apunta a mejorar la productividad, a través de la reformulación de estrategias y prácticas de negocios, y del contexto en el que operan las empresas, para tener en cuenta en forma explícita, sus impactos sociales, económicos y ambientales.
La Competitividad Responsable implica entonces, que los mercados recompensen de manera sistemática e integral, a las empresas que desarrollan prácticas más responsables y penalicen a aquéllas que hagan lo contrario.
Deepak Sood de la Confederación de Industria India sostiene que: “El desarrollo de la responsabilidad empresarial sirve para que las empresas aumenten su participación de mercado, controlen riesgos, atraigan personal, estimulen la innovación, obtengan acceso a recursos financieros, reduzcan costos y mejoren su competitividad. Una mayor responsabilidad empresarial puede desempeñar un papel importante en la formación de los mercados globales del futuro”.
Sean de Cleene, director ejecutivo del Instituto Africano de Ciudadanía Corporativa (AICC, por sus siglas en inglés), en su presentación en Johannesburgo en 2004, planteó que los países buscan factores de diferenciación, tanto para atraer inversiones entrantes como para impulsar sus exportaciones. Citó el caso de Malawi, que se encuentra en el proceso de adopción de un marco de responsabilidad dentro de su estrategia de desarrollo económico. “Malawi reconoce que, en realidad, no se halla en ningún radar, por lo que su única opción consiste en convertirse en un líder a través de mejoras en su gobierno corporativo para relacionarlo con temas sociales y ambientales y de esfuerzos para erradicar la corrupción. Lo mismo se aplica a la creación de mercados. El futuro para países como Malawi pasa por los mercados de nichos, y, tal vez, un mejor desempeño social y ambiental puede resultar de valor agregado: el mercado pagará un precio superior por un producto que concuerda con los valores de la gente.”
Esto significa que se generan cadenas productivas al igual que con las ISO, lo que hace necesario el mejorar las practicas de Responsabilidad Social. Y ya se empieza a ver que las fuerzas del mercado le otorgan mayor prioridad a la producción que incorpora prácticas laborales y ambientales adecuadas.
Como sugiere Michael Porter, la competitividad se basa en lo que es local y no en lo que se puede comprar. La geografía, el idioma, la cultura y la diversidad de un país o de una región son imposibles o difíciles de comercializar, por lo que pueden convertirse en fuentes importantes de ventajas o desventajas competitivas. Por lo tanto, los beneficios de la competitividad de un país podrían no resultar sostenibles a menos que se encuentren anclados en prácticas empresarias responsables. Es decir, el aumento consistente de competitividad depende de una mayor responsabilidad de la sociedad en general, las empresas, el gobierno y la sociedad civil.
Estrategias de Competitividad Responsable
Mientras que la responsabilidad empresarial continúe siendo una actividad paralela para la misma comunidad empresarial, no generará ventajas competitivas sostenibles a nivel de empresas, y mucho menos a nivel de sectores o países. Por lo que es conveniente que los intereses comerciales de largo plazo, se puedan alinear con ciertas prácticas responsables a través de la integración operativa, y mediante iniciativas de colaboración con organismos públicos, y con organizaciones de la sociedad civil.
Los enfoques de colaboración constituyen un ingrediente esencial de la Competitividad Responsable, y pueden ser mediante estrategias sectoriales, o bien nacionales y regionales, aprovechando las sinergias multisectoriales para el logro de la Competitividad Responsable.
Otros factores a considerar son que las reglas de comercio, inversión y competencia deben sensibilizarse para alentar la Competitividad Responsable; y que las normas de responsabilidad deben estar mejor alineadas con las oportunidades de competitividad.
En suma, Competencia y Responsabilidad Social son los factores clave en el actual siglo XXI, y que son plenamente compatibles en el mundo de los negocios.
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