Es poco común el ver relacionado o ligado el tema de
Responsabilidad Social con aspectos culturales y económicos, como si dichas
temáticas pertenecieran a mundos diferentes y más todavía distantes, sin
embargo considero que tienen mucho que ver entre ellas.
El hablar de la Responsabilidad Social ya sea empresarial o
individual, lleva implícito el tener clara conciencia de la existencia de los
demás como lo dice la más común de sus definiciones, percatarse del impacto que
tienen las propias actividades sobre el resto de la sociedad o en parte de ella.
Pero la generación de esa conciencia no se da porque sí,
implica el generar y desarrollar una cultura en la cual tanto las personas como
las empresas además de percatarse de la existencia de “los otros”, fomente esa habilidad
para medir y reconocer con pleno conocimiento y libertad, de las
consecuencias de todo lo que se hace.
Tal vez suene obvio lo expresado en el párrafo anterior,
pero quiero remarcarlo porque con el tiempo y su uso continuo algunas palabras
como que se “desgastan” y se devalúan o se desvalorizan y pierden su significado
real o su impacto en toda su dimensión.
Por lo anterior es necesario desde la casa y en la escuela
procurar una cultura de percatarse de las consecuencias de todo lo que se hace
y dice también, y esto, aunque suene tautológico lleva implícita la parte
social.
Esto que en palabras puede sonar muy bonito, no es para
quedarse únicamente en la parte filosófica o etérea, su implicación práctica
implica de suyo el generar una convivencia sana tanto con amigos, extraños,
clientes, proveedores y con la sociedad en general.
Al tener esa cultura responsable va permitir provocar la
confianza, concepto clave en toda relación social; y permitirá también
propiciar la cooperación, donde, ya sea individuos y/o empresas, trabajarán de
manera conjunta y compartida para alcanzar un objetivo común.
Lo último mencionado se refiere también a la parte
económica, ciencia social que ha perdido esta connotación original, enfilándose
ahora únicamente a la búsqueda de las utilidades sin considerar sus
repercusiones sociales.
Es así que ahora la Responsabilidad Social tiene ese hándicap,
esa mentalidad económica pervertida donde el valor supremo es la utilidad, la
obtención de ganancias en primera persona, a costa e inclusive en perjuicio de alguno
sector o de países enteros. Las crisis financieras y el grave problema del
calentamiento global son claras pruebas de esa degeneración o perversión
mencionada.
La lección es clara, se requiere desaprender esa cultura egoísta
e individualista, y rehacer el tejido social teniendo como hilo conductor la responsabilidad
que genere y fomente la confianza y la cooperación y con ello una mejor
convivencia social y también económica.
Poco o nada servirán los impresionantes avances tecnológicos
y las llamadas redes sociales si no propician una verdadera integración social.
Seguiremos platicando …
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