Es posible considerar que aún sin proponérselo, la crisis financiero-económica que están viviendo en diversos grados todos los países del mundo, esté promoviendo y fomentando la responsabilidad social.
Teniendo como telón de fondo la sustentabilidad en general y la responsabilidad social en particular, estos conceptos que han tenido un sustancial avance y desarrollo en la pasada década, se encuentran ahora inmersos en esta crisis.
Pero esta multimentada crisis ha surgido precisamente porque se ha hecho más que evidente que los recursos, en este caso los financieros-económicos no son infinitos, y por lo tanto este modelo de dejarle toda la responsabilidad a esta entelequia que llamamos mercado que presumiblemente todo lo puede resolver, no es tan eficiente y perfecta como muchos llegaron a pensar y que todavía otros así la consideran.
La crisis no es en sí misma la falta de recursos monetarios, esto no es más que la consecuencia o el efecto de una falta de responsabilidad en el manejo de dichos recursos que se pensaron serían infinitos y que por ello se manejaron sin una adecuada responsabilidad.
Y así como la sustentabilidad ha permitido generar una conciencia de que los recursos naturales como el agua y el aire no son infinitos; la crisis ha venido a mostrar que los recursos monetarios también tienen su límite por muy abundantes que parezcan.
Y esta regenerada toma de conciencia para administrar con mayor y mejor cuidado tanto los recursos monetarios como los naturales, puede y debe ser llevada y considerada a nivel de cada organización en el manejo de sus recursos.
Inicialmente valorar, aprovechar y capitalizar lo mejor posible sus recursos humanos, considerándolos como un real capital, pero no solo por el nombre, sino por su potencial que puede ser mejor aprovechado si es bien administrado en todo lo que ello implica.
Igualmente deben ser considerados los recursos externos; por un lado los proveedores y por el otro los clientes.
En el caso de los primeros, valorarlos como parte de la cadena de valor de la propia organización; no son un ente ajeno o lejano, y tomar conciencia que hay una relación de interdependencia y por ello existe una responsabilidad social para y junto con ellos, tanto para sí mismos como para quien realizan la actividad productiva que realizan.
Y es aquí cuando aparece el cliente, este que viene a ser el final de la cadena, es en realidad el origen, propósito y objetivo de la cadena productiva o de valor.
Esta crisis ha puesto en evidencia esta responsabilidad que se consideraba un tanto cuanto sobreentendida. Ahora las empresas para mejorar sus ventas y su posición competitiva en general, ya están abarcando a sus clientes dentro de su responsabilidad social.
Cada vez más, aunque no lo manifiesten de manera evidente, se percatan que para su sobrevivencia, su sostenibilidad y sustentabilidad deben de revalorar a sus clientes, procurarlos y atenderlos mejor.
Y además, tanto estos clientes como sus proveedores como su capital humano, son también finitos al igual que sus recursos monetarios, y por lo tanto, por ser escasos y limitados se requiere una actitud y comportamiento responsable, tanto económica como socialmente, ya que al fin y al cabo aunque suene obvio son además seres humanos, que buscan también su sobrevivencia y sustentabilidad.
Esta grave y profunda crisis que estallara en el 2008 que desafortunadamente todavía no termina, y que no se percibe aún su final, ha puesto en clara evidencia la falta de responsabilidad en el manejo de los recursos, pero que puede ser considerada como una clara lección de lo que no debe hacerse, para actuar en el presente y en futuro con una profunda responsabilidad social, que resultará en beneficio de todos.
Seguiremos platicando …
Empresa: Una Institución Social encargada del Desarrollo Humano, a través de la Inversión y el Trabajo
La Responsabilidad Social, la Sustentabilidad y la Etica, son los Valores básicos para las
30 de septiembre de 2011
21 de septiembre de 2011
La empresa; una entidad que le pertenece a todos
Tal vez el título pueda parecer exagerado o tendencioso, pero esta entidad artificial creada por el ingenio humano que generalmente ha sido vista como una entidad estrictamente económica, tiene y seguramente lo tendrá más en el futuro, una connotación más amplia a la luz de la Responsabilidad Social en el más amplio sentido.
Posiblemente por cuestiones ideológicas y/o fiscales, a la empresa se le ha dado una propiedad exclusiva y específica, y así tenemos las llamadas empresas públicas pertenecientes al Estado; las llamadas privadas que son propiedad de una sociedad anónima, y una tercera conocida como cooperativa, en donde son varios los propietarios o dueños.
Todas estas clasificaciones son elaboradas en función de quien aporta el capital para su creación, y el destino de las utilidades generadas. Sin embargo, esta concepción rígidamente económica ha pasado por alto todo lo que sucede en el intervalo que va desde la mencionada aportación de capital hasta la generación de utilidades.
La amplia gama de procesos y actividades que se realizan entre la aportación inicial y las utilidades logradas son menospreciados, y en cambio el logro de utilidades para los dueños del capital inicial se ha convertido en el paradigma de la razón de ser de cualquier empresa.
Pero precisamente ese logro de utilidades, viéndolo desde el aspecto económico sin entrar en aspectos idealistas o utópicos, no se consigue por el capital en sí mismo, son varios los agentes económicos o actores sociales que intervienen para obtener esas ansiadas utilidades.
Sin jerarquizar sino por simple secuencia, los primeros de esos agentes son los aportadores del capital, que lo ponen en función de producir o elaborar un bien o servicio que requiere la sociedad; después están los proveedores que suministran los insumos para la elaboración del producto, así como todos los recursos directos e indirectos para realizar la producción; le sigue después el personal que procesará los insumos para elaborar o producir el bien y el servicio; y le sigue el cliente o el mercado dicho en términos generales.
Desde esta perspectiva, todos los actores mencionados dependen de la empresa, y en cierta forma son dueños de la misma en el sentido de que si bien no todos aportaron el capital para su fundación, si logran una utilidad por la aportación realizada, ya sea la materia prima, el trabajo y el cliente en el momento de realizar la compra.
Por lo anterior la pregunta es: ¿Entonces de quién es la empresa? Y mi respuesta es, pues de todos los involucrados en su puesta en marcha, operación y continuidad o sobrevivencia.
Todos quieren obtener su propia utilidad de manera individual, lo cual es plenamente válido, pero, esa utilidad se logrará en función de la propia utilidad lograda por la empresa, y esta última se obtiene en función de la aportación de todos los involucrados.
En otras palabras, todos necesitan o necesitamos de la aportación de los demás, ya sea capital, trabajo, insumos y clientes. El dinero o las máquinas por sí solas no producirán el producto ni mucho menos lo venderán.
Todo lo dicho líneas arriba no es nada nuevo o desconocido hasta ahora, por lo que más bien pretendo es recordarlo y hacerlo lo más evidente posible. Es decir, todos tenemos esta responsabilidad social para que la empresa cumpla sus propósitos de producción y obtención de utilidades; y somos responsables de su operación como entidad social en términos ecológicos y desarrollo humano.
Por lo tanto, todos somos dueños de las empresas, y no solamente quien hace la aportación de capital, ya que este requiere de todos los demás para obtener las multimencionadas utilidades.
Tal vez sea ya el momento de generar una nueva conciencia y mentalidad de lo que es una empresa en este siglo XXI, y dejemos en el pasado, donde deben estar, esos axiomas o paradigmas de una empresa como entidad solamente económica que proviene de los siglos XVIII y XIX, y que tanto daño causaron en el siglo XX y en la primera década de la actual centuria.
Ejemplos específicos de ello es terminar con el concepto de patrón y dueño único por su aportación económica; otro es también el sindicalismo de los trabajadores en su concepción de defensa, organismo que nació con razón por las atrocidades cometidas por los aportadores del capital principalmente en el siglo XIX, y uno más podría ser el ver al cliente como el mercado, convertido este último como la entelequia suprema y en prácticamente una religión que no considera a los seres humanos como tales, sino solamente como consumidores en el peor sentido del término.
En suma, convertir a la empresa en esa entidad que sea el medio para el mayor bienestar de la sociedad en términos económicos, profesionales y hasta sociales; que tiene como razón de existir, el ser socialmente responsable con todos los que participan en ella para su creación, operación y desarrollo, generando un bien o servicio para un cliente.
Seguiremos platicando …
Posiblemente por cuestiones ideológicas y/o fiscales, a la empresa se le ha dado una propiedad exclusiva y específica, y así tenemos las llamadas empresas públicas pertenecientes al Estado; las llamadas privadas que son propiedad de una sociedad anónima, y una tercera conocida como cooperativa, en donde son varios los propietarios o dueños.
Todas estas clasificaciones son elaboradas en función de quien aporta el capital para su creación, y el destino de las utilidades generadas. Sin embargo, esta concepción rígidamente económica ha pasado por alto todo lo que sucede en el intervalo que va desde la mencionada aportación de capital hasta la generación de utilidades.
La amplia gama de procesos y actividades que se realizan entre la aportación inicial y las utilidades logradas son menospreciados, y en cambio el logro de utilidades para los dueños del capital inicial se ha convertido en el paradigma de la razón de ser de cualquier empresa.
Pero precisamente ese logro de utilidades, viéndolo desde el aspecto económico sin entrar en aspectos idealistas o utópicos, no se consigue por el capital en sí mismo, son varios los agentes económicos o actores sociales que intervienen para obtener esas ansiadas utilidades.
Sin jerarquizar sino por simple secuencia, los primeros de esos agentes son los aportadores del capital, que lo ponen en función de producir o elaborar un bien o servicio que requiere la sociedad; después están los proveedores que suministran los insumos para la elaboración del producto, así como todos los recursos directos e indirectos para realizar la producción; le sigue después el personal que procesará los insumos para elaborar o producir el bien y el servicio; y le sigue el cliente o el mercado dicho en términos generales.
Desde esta perspectiva, todos los actores mencionados dependen de la empresa, y en cierta forma son dueños de la misma en el sentido de que si bien no todos aportaron el capital para su fundación, si logran una utilidad por la aportación realizada, ya sea la materia prima, el trabajo y el cliente en el momento de realizar la compra.
Por lo anterior la pregunta es: ¿Entonces de quién es la empresa? Y mi respuesta es, pues de todos los involucrados en su puesta en marcha, operación y continuidad o sobrevivencia.
Todos quieren obtener su propia utilidad de manera individual, lo cual es plenamente válido, pero, esa utilidad se logrará en función de la propia utilidad lograda por la empresa, y esta última se obtiene en función de la aportación de todos los involucrados.
En otras palabras, todos necesitan o necesitamos de la aportación de los demás, ya sea capital, trabajo, insumos y clientes. El dinero o las máquinas por sí solas no producirán el producto ni mucho menos lo venderán.
Todo lo dicho líneas arriba no es nada nuevo o desconocido hasta ahora, por lo que más bien pretendo es recordarlo y hacerlo lo más evidente posible. Es decir, todos tenemos esta responsabilidad social para que la empresa cumpla sus propósitos de producción y obtención de utilidades; y somos responsables de su operación como entidad social en términos ecológicos y desarrollo humano.
Por lo tanto, todos somos dueños de las empresas, y no solamente quien hace la aportación de capital, ya que este requiere de todos los demás para obtener las multimencionadas utilidades.
Tal vez sea ya el momento de generar una nueva conciencia y mentalidad de lo que es una empresa en este siglo XXI, y dejemos en el pasado, donde deben estar, esos axiomas o paradigmas de una empresa como entidad solamente económica que proviene de los siglos XVIII y XIX, y que tanto daño causaron en el siglo XX y en la primera década de la actual centuria.
Ejemplos específicos de ello es terminar con el concepto de patrón y dueño único por su aportación económica; otro es también el sindicalismo de los trabajadores en su concepción de defensa, organismo que nació con razón por las atrocidades cometidas por los aportadores del capital principalmente en el siglo XIX, y uno más podría ser el ver al cliente como el mercado, convertido este último como la entelequia suprema y en prácticamente una religión que no considera a los seres humanos como tales, sino solamente como consumidores en el peor sentido del término.
En suma, convertir a la empresa en esa entidad que sea el medio para el mayor bienestar de la sociedad en términos económicos, profesionales y hasta sociales; que tiene como razón de existir, el ser socialmente responsable con todos los que participan en ella para su creación, operación y desarrollo, generando un bien o servicio para un cliente.
Seguiremos platicando …
12 de septiembre de 2011
La licencia social
En el artículo anterior (La empresa: una entidad social), se habló sobre las múltiples definiciones que ha tenido el concepto empresa desde por lo menos hace 200 años, y por lo tanto la ausencia de una definición común o universal del concepto; situación que en al menos en los pasados diez años parece estar cambiando, dándole actualmente un matiz social en el amplio sentido del término, que por supuesto incluye lo económico pero no se queda ahí.
Gran parte de la nueva concepción de empresa que puede decirse que está en gestación, considera la parte económica como un medio para lograr sus objetivos, y no un fin, y esos objetivos están dirigidos a cumplir un papel social, ya sea produciendo o distribuyendo un servicio o un producto que requiere la sociedad en general o una parte de ella.
Es en esta parte donde se considera otro aspecto que requiere mayor relevancia; la empresa no es “una entidad autista”, que busca para ella y solamente por ella, sino que requiere de la aprobación y apoyo de sus grupos de interés, ya sean proveedores, empleados y clientes.
Y para contar con dicho apoyo se habla ahora de un concepto que en lo personal me parece nuevo pero interesante, y es el de “licencia social”; este término por lo que he podido entender, significa que aún cumpliendo todos los requisitos legales para establecer una empresa, esta necesita al menos para sobrevivir, la aprobación de la sociedad, es decir, de una licencia social para operar.
Esta licencia social va desde el hecho de obtener proveedores, personas que quieran trabajar en ella, y finalmente pero igual de importante, que la sociedad quiera adquirir sus productos o servicios ofrecidos.
La población en la actualidad, o si quiere llamarse “los mercados”, se ha vuelto más consciente de los productos (servicios) elaborados por cualquier empresa, el cómo los produce, su comportamiento ecológico, y la forma como administra su capital humano; y esto ya decide en mucho si adquiere los bienes o servicios que ofrece cualquier organización.
Una considerable número de empresas saben de la existencia de este concepto, y buscan obtener dicha licencia a través de la llamada “mercadotecnia social”, término también relativamente nuevo; pero, y es aquí donde se aprovechan algunas empresas, utilizan esa mercadotecnia social como una máscara para ser aceptados y poder vender sus productos, cuando en realidad todo es para ocultar su irresponsabilidad social en el más amplio sentido.
Por lo anterior, esta licencia social, que siempre ha existido pero poca atención se le ha puesto en el pasado, ha venido adquiriendo mayor relevancia precisamente porque la sociedad cada vez más le pide a las empresas que cumplan su responsabilidad social.
Así, no se trata únicamente que una empresa produzca algo que requiere la sociedad, sino también, a qué precio y en qué condiciones lo ofrece, cuál su modelo de producción en términos ecológicos y de sustentabilidad, la manera como administra su capital humano, los sueldos que paga; e igualmente la forma como opera con sus proveedores.
Todos estos factores al menos, son lo que influyen y otorgan la licencia social, y el empresario del presente y mucho más el del futuro, no podrán ignorarlo o soslayarlo como lo vinieron haciendo los dueños y/o directivos de empresas durante al menos los pasados dos siglos.
El utilitarismo como tal que ha imperado en el mundo de los negocios, y con una visión de corto plazo, está empezando a ser modificado por otro concepto de empresa con fines sociales que tienen objetivos a mediano y largo plazo.
No pretendo ser ingenuo, este cambio de paradigma de terminar con el utilitarismo como la “máxima razón de ser”, apenas empieza, está avanzando lentamente, pero se mueve; y en términos de sobrevivencia y de sustentabilidad, las empresas del siglo XXI tendrán que encaminarse en este nuevo rumbo.
Seguiremos platicando ….
Blog: http://atamayon.blogspot.com
Gran parte de la nueva concepción de empresa que puede decirse que está en gestación, considera la parte económica como un medio para lograr sus objetivos, y no un fin, y esos objetivos están dirigidos a cumplir un papel social, ya sea produciendo o distribuyendo un servicio o un producto que requiere la sociedad en general o una parte de ella.
Es en esta parte donde se considera otro aspecto que requiere mayor relevancia; la empresa no es “una entidad autista”, que busca para ella y solamente por ella, sino que requiere de la aprobación y apoyo de sus grupos de interés, ya sean proveedores, empleados y clientes.
Y para contar con dicho apoyo se habla ahora de un concepto que en lo personal me parece nuevo pero interesante, y es el de “licencia social”; este término por lo que he podido entender, significa que aún cumpliendo todos los requisitos legales para establecer una empresa, esta necesita al menos para sobrevivir, la aprobación de la sociedad, es decir, de una licencia social para operar.
Esta licencia social va desde el hecho de obtener proveedores, personas que quieran trabajar en ella, y finalmente pero igual de importante, que la sociedad quiera adquirir sus productos o servicios ofrecidos.
La población en la actualidad, o si quiere llamarse “los mercados”, se ha vuelto más consciente de los productos (servicios) elaborados por cualquier empresa, el cómo los produce, su comportamiento ecológico, y la forma como administra su capital humano; y esto ya decide en mucho si adquiere los bienes o servicios que ofrece cualquier organización.
Una considerable número de empresas saben de la existencia de este concepto, y buscan obtener dicha licencia a través de la llamada “mercadotecnia social”, término también relativamente nuevo; pero, y es aquí donde se aprovechan algunas empresas, utilizan esa mercadotecnia social como una máscara para ser aceptados y poder vender sus productos, cuando en realidad todo es para ocultar su irresponsabilidad social en el más amplio sentido.
Por lo anterior, esta licencia social, que siempre ha existido pero poca atención se le ha puesto en el pasado, ha venido adquiriendo mayor relevancia precisamente porque la sociedad cada vez más le pide a las empresas que cumplan su responsabilidad social.
Así, no se trata únicamente que una empresa produzca algo que requiere la sociedad, sino también, a qué precio y en qué condiciones lo ofrece, cuál su modelo de producción en términos ecológicos y de sustentabilidad, la manera como administra su capital humano, los sueldos que paga; e igualmente la forma como opera con sus proveedores.
Todos estos factores al menos, son lo que influyen y otorgan la licencia social, y el empresario del presente y mucho más el del futuro, no podrán ignorarlo o soslayarlo como lo vinieron haciendo los dueños y/o directivos de empresas durante al menos los pasados dos siglos.
El utilitarismo como tal que ha imperado en el mundo de los negocios, y con una visión de corto plazo, está empezando a ser modificado por otro concepto de empresa con fines sociales que tienen objetivos a mediano y largo plazo.
No pretendo ser ingenuo, este cambio de paradigma de terminar con el utilitarismo como la “máxima razón de ser”, apenas empieza, está avanzando lentamente, pero se mueve; y en términos de sobrevivencia y de sustentabilidad, las empresas del siglo XXI tendrán que encaminarse en este nuevo rumbo.
Seguiremos platicando ….
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